jueves, 26 de abril de 2012

Reyes Católicos (RR.CC).

Eran hijos de Juan II de Castilla y Juan II de Aragón. Isabel desafió a su hermanastro, Enrique IV, al encabezar la rebelión de los nobles castellanos dejándose proclamar heredera del Trono; un primer enfrentamiento se saldó con el reconocimiento por el rey de los derechos sucesorios de Isabel. Para reforzar su posición, Isabel se casó con el príncipe heredero de Aragón, Fernando, en Valladolid (1469); Enrique IV se opuso a aquel enlace y desheredó a Isabel en favor de su hija Juana, la Betraneja (1470).
Cuando Enrique murió, en 1474, Isabel se proclamó reina de Castilla; pero los partidarios de Juana, apoyados por Portugal, se resistieron, desencadenando la Guerra Civil castellana de 1475-79. Isabel y Fernando se impusieron en las batallas de Toro y Albuera, que determinaron el reconocimiento de Isabel por las Cortes de Madrigal (1476) y la firma del Tratado de Alcaçovas con Portugal (1479). Aquel mismo año Fernando fue proclamado rey de Aragón, por la muerte de su padre.
El matrimonio de los Reyes Católicos unificó por primera vez la Corona de Castilla y la Corona de Aragón, que pasarían juntas a sus sucesores, dando lugar a la Monarquía Hispana.
En cuanto al último territorio musulmán que quedaba en la península Ibérica, el reino nazarí de Granada, los reyes impulsaron la Guerra de Granada (1480-92), que determinó su integración en la Corona de Castilla.

jueves, 19 de abril de 2012

Fotografía de una catedral gótica


Me gusta esta catedral por el resplandor que le da la luz inferior, los pináculos y los arcos que tiene. Es una catedral que está en León.

Poema de Gonzalo de Berceo.

San Lorenzo le dijo: —«Si en Cristo tú creyeres
y en el su santo nombre bautismo recibieres,
podrás salvar tu vista; mas, si esto no lo hicieres,
nunca podrás hallar las luces que ahora quieres».
       Complacido, le dijo Lucillo, el afectado:
—«Eso lo habría hecho de bastante buen grado,
pues yo quise y yo quiero cumplir con lo deseado,
y en tus manos me pongo con vestido y calzado».
       Como para estas cosas él era muy humano,
hizo la buena obra: Lucillo fue cristiano.
Lorenzo lo tocó con su bendita mano,
y él recobró la vista, feliz de verse sano.
      
Fue por toda la tierra la noticia lanzada,
de cómo obtuvo el ciego la visión recobrada,
y mucha gente vino a verlo en su posada
para estar con el hombre de virtud tan probada.
       Todos los visitantes sus cuitas demostraron.
Si llegaron enfermos, sin dolencias tornaron.
Todos los desvalidos, alimentos llevaron.
Innumerables fueron los que por él sanaron.
   Decio envió por Lorenzo. Ante el mal gobernante
lo llevó el carcelero y lo puso delante:
—«Entregad los tesoros en cantidad abundante
o sufriréis castigo muy duro, y al instante».
       San Lorenzo le dijo: —«Todas tus amenazas
me saben más sabrosas que las cenas escasas.
Ni todos tus esbirros, ni tú con esas trazas
me metes mayor miedo que palomas torcazas».
       Decio se disgustó y se quiso ensañar;
pero por la codicia del tesoro atrapar,
dijo que dejaría ese día pasar,
porque con Valeriano esa noche iba a estar.
      
Valeriano dudó de llevarlo consigo.
No lo quería mucho ni lo estimaba amigo.
Entregóselo a Hipólito: —«El estará contigo;
de la doctrina nuestra es mortal enemigo».
       Lorenzo agradó a Hipólito y a los demás que había
en aquella familia, con la que ganaría.
Curó a muchos enfermos de toda fechoría.
Hacía a aquellos ciegos, milagros cada día.
       Se inspiró Dios en él por su benignidad,
y de hacerlo cristiano le vino voluntad.
Solicitó el bautismo, —ley de la cristiandad—
dado por ese diácono de tanta santidad.